¿De qué nos sirve preocuparnos de la educación sin una nueva cultura educativa? ¿Sirve de algo contar con una mejor seguridad social sin una nueva cultura de trato hacia la vejez? ¿Para qué consagrar la libertad religiosa sin una cultura tolerante, o las garantías de una justa detención sin una cultura policial? Otro tanto vale para los derechos ecológicos, que sin la construcción de una cultura medioambiental serían letra muerta. La lista es muy larga, pero en resumen, necesitamos nuevas certezas y nuevos paradigmas. Hablamos crear conciencia para construir una cultura de convivencia centrada en una nueva forma de entendernos como individuos, como ciudadanos y como comunidad.
Pensamos que es necesario comenzar a decir las cosas con claridad. Chile no está falto de reservas financieras ni de carreteras o edificios, tampoco está falto de tecnología ni recursos hídricos. Pero la mayoría de los chilenos nos sentimos carentes de muchas otras cosas que no son medibles ni administrables con cálculos binarios ni recetas ideológicas trasnochadas y muchas de ellas fracasadas. ¿Qué pasa con el respeto mutuo, con la empatía, con nuestra memoria histórica que es la fuente primordial de nuestra identidad?. Las encuestas nos muestran que faltan políticos que estén a la altura de las circunstancias y que los ciudadanos no estamos siendo considerados para las grandes decisiones públicas, ni como partícipes, ni aún menos como fiscalizadores o siquiera como observadores con derecho a voz. Los chilenos sentimos que nuestra opinión no cuenta. En cambio se ha instalado la lógica de la confrontación y la agresividad como método para resolver nuestras diferencias. Es urgente encontrar el camino del diálogo y la paz social. Hablamos de un cambio cultural profundo. Es necesario dotar a nuestra educación de una matriz cultural que considere la reflexión crítica, la creación, la imaginación y la sensibilidad como herramientas formativas fundamentales. Nos parece insólito que a lo largo de las últimas décadas, en general se hayan eliminado o minimizado contenidos como filosofía, historia, educación cívica, arte e incluso deportes. Así mismo resulta sorprendente que se soslayen los desafíos que impone el nuevo siglo; como por ejemplo, la necesidad de capacitar a las nuevas generaciones para convertirse en futuros buenos padres, buenas madres, buenos profesionales y, sobre todo, buenas ciudadanas y ciudadanos con capacidad de gobernar y autogobernarse.
Es necesario y apremiante instalar el Arte y la Cultura como uno de los pilares fundamentales de la nueva Constitución. Necesitamos un proyecto de desarrollo que tenga como norte alcanzar felicidad y bienestar reales. Alguna vez dijo nuestra Gabriela Mistral que el Arte y la Cultura son a un país lo que es el alma al cuerpo de todo ser vivo. Este es el proyecto de nuestro Movimiento de Creadores de Arte y Cultura para el Chile del presente y del futuro.